Saltar y rebotar en mis ideas,
todas esas ideas que si me dan a elegir, las lanzaría al río, como lance esas
piedritas en el río de mi infancia, cálido y lleno de luciérnagas…
Saltar o no, nunca ha sido la
ambivalencia la elección más sincera, y a pesar de su precaria satisfacción
siempre la encontramos en nuestros pensamientos más íntimos.
Saltar; desde el cielo donde
vuelcan mis anhelos, mi fe, mi Dios.
Saltar; la imperiosa necesidad de sentirte aquí,
juntito a mí, rescátame de todas mi inquietudes, lléname de virtudes, todas
esas virtudes que me harán de ti...