viernes, 23 de septiembre de 2011

Manos


He visto las  manos despertar…
Manos tocando guitarras, tambores, flautas, violines; haciendo crecer la inspiración…escribiendo los más bellos poemas, las más grandes canciones; himnos, promesas, moldeando sueños. Ritmos gratos que desatan sonrisas fueron construidos con manos de muchos colores, de diferentes tamaños, con intenciones diversas.
He visto las manos calentarse frente al Fuego opacando tenuemente la gélida nieve, las he visto buscar comida en la basura intentando sobrevivir a ésta, la famélica vida; las descubro llenando pizarrones con conocimiento, hacer tortillas, provocar orgasmos, plasmar reconocimientos
He visto manos construir templos para proteger la esperanza, perpetuando Cristos y coronas de espinas, y en un suspiro se han visto manos edificar murallas…destruir muros. He visto las manos aplaudir, y las he visto extendidas invitando a bailar; salsa, bachata, danzón, todos los ritmos. Las he visto reconociendo al bebé, y mostrando gratitud.
En las calles he visto las manos de mis padres acompañándose,  la pintura de los artesanos danza en sus manos para crear, y en las de mis abuelos con signos del paso del tiempo para rezar por los suyos; ¡recuerdo tanto la mano de ella! tan fuerte cuando peleaba para definirse y, tan frágil cuando dibujaba caricias en nuestros rostros. Imagino las manos de los amantes buscándose, recuerdo las de él.
He visto las manos de quienes se dan bienvenida, y también con lágrimas he visto las manos despedirse de quienes ya no estarán más, se han grabado en la espalda de los hombres traicionados por manos parricidas. He sentido la mano de mi Madre cuando enfermo, de mis Hermanos cuando son cómplices y la de mi Padre cuando erro.
Se estremecen manos antes discursos con verdades y mentiras, las he visto labrar la Tierra,  se levantan sembrando vida en árboles, cuidando el agua, tomando fotografías; he visto las manos de los infantes jugando por doquier en cualquier parque, con cualquier cosa y riendo.
Pero no he visto tus manos rozar mi piel; escribir mi nombre.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Coyoacán

Se visten de colores sus calles, se adorna con árboles y con la hermosa Iglesia donde nace la fe…
Sentada frente a los coyotes desfilan muchas sonrisas, desfila mucha vida… el chico de ojos verdes intenta sentirse libre en su rueda y, el malabarista que a decir verdad está un poco despeinado, intenta ganarse las miradas que no obtiene porque el hippie guapo que ríe a carcajadas gana de las féminas todos los ojos; y de pronto se saludaban ellos con el Hare Krishna mientras la rusa que vestida de mexicana seguía siendo extranjera aprendía lecturas acerca de los Ángeles, Marco nos llenó de luz.
La juventud comiéndose a besos, esos ricos besos que se han posado sobre mis labios de vez en vez; con el cabello suelto comiendo los churros de cajeta al ritmo del reggae del trió jovial que sentados a mi lado parecían tan diferentes y en su música tan iguales, descubrí el olor a incienso del anciano que bendecía todos los pasos.

Mientras la joven oaxaqueña comercializaba su chocolate; y el vendía su artesanía [increíbles pulseras de chaquira]; los de traje comían tostadas en el puesto amarillo, y en la casa blanca se escuchaban los tambores, me asomé y había fiesta ahí, las féminas movían sus caderas, esas caderas que en el vaivén eran sexis; tan sexy como Artemisa, y quizá más.
Coyoacán está vivo, y, yo, con los labios carmesí sonrío entre sus multitudes.